portugal diciemnre

 

 

Lugar de encuentro, Portimao

El viaje de Portugal octubre 2020 empieza en la localidad lusa de Portimao, una ciudad de la región del Algarve. Nos hospedamos en el Hotel Casino Algarve y las habitaciones dan a la playa. Las vistas son espectaculares y hace una temperatura perfecta para dar un paseo. Nos juntamos todo el grupo a las 17h. En esta ocasión seremos 4 coches ya que el 5º ha tenido un problema mecánico de camino a Portimao.  Estamos contentos por hacer finalmente el viaje ya que con las restricciones que tenemos nunca se sabe qué podremos hacer o no al día siguiente. Por suerte, nos pusimos en contacto con el ministerio de turismo de Portugal para tener los papeles en regla para poder circular. Como os íbamos explicando quedamos todos a las 17h para conocernos, hacer un pequeño briefing de lo que será el viaje y cargar algunos tracks.

 

Al día siguiente nos ponemos en marcha justo a las 8:30 de la mañana. Es un grupo puntual y ágil y eso pinta muy bien. La primera parte de la ruta recorrerá los acantilados que hay por la parte sur de Portugal. Hace un día llovioso y eso hace que haya bastante barro y charcos por las pistas. Realmente parece perfecto. Los paisajes son espectaculares, pero si encima ponemos barro en la pista, mejor que mejor.  Tomamos una pista con una bajada pronunciada con algún que otra marca del agua que ha caído que nos hace vigilar dónde ponemos la rueda, no queremos empezar ya sacando el cabestrante. Esta pista resulta que nos da a una playa desértica. Increíble. En medio de todas las montañas verdes, la arena de la playa y el mar. Una estampa espectacular. La pista sigue bordeando la costa. Nos encontramos con un badén que podemos pasar sin dificultad al ser los primeros en pasar y por el tipo de neumático que llevamos. El problema es que los demás coches se les complica la situación. Nosotros hemos subido hasta arriba ya que después de este badén, la pista es en subida, bastante pedregosa y algo estrecha pero que con la reductora va subiendo el HDJ100 sin problemas, como dicen, sin prisa, pero sin pausa. Usamos uno de los Toyota 180 con cabestrante para poder subir a los otros dos coches y que empiecen la subida. Sergio les guía en la subida ya que hay un par de piedras grandes que tienes que tomar con tacto. Ricardo no tiene problemas para subir con el buen uso de la electrónica que lleva este vehículo. El siguiente en subir es otro 180 pero en este caso, Jordi es la primera vez que toca un 4×4. Él viene del mundo de los coches de gran cilindrada y tiene muy buenas manos para conducir, pero es una pista que se tiene que coger con cariño. A mitad de la subida, justo en una de las grandes piedras, el Toyota da un giro justo hacia dónde está el acantilado. Como estábamos pendientes de los demás vehículos, alertamos con un fuerte grito a Jordi para que pare ya que va directo a una fuerte caída.  Es el momento de sacar nuevamente el cabestrante. Es lo más seguro porque cualquier mala maniobra podría propiciar una fuerte caída y alguien podría salir lastimado. Ricardo saca el cable y engancha el Toyota y lo sube sin problemas. Es el momento del último vehículo. En este caso en un Land Rover Discovery 3. También tiene algún problema con la piedra y se queda algo torcido. Después del susto con el 180 decidimos estirarlo e ir con seguridad. Como el vehículo está muy lejos, unimos los dos cables del winch para poder subir el vehículo. Una vez arriba las vistas son espectaculares. Quizás sería el momento para hacer una parada que bien nos la merecemos, pero decidimos llegar hasta el Cabo San Vicente, el punto más sudoeste de Europa. 

 

 

La pista que tomamos a continuación llega hasta la mismísima orilla de la playa. Es increíble, así que nos divertimos un poco dando alguna vuelta por la playa.  Después de comer, paramos en un par más de acantilados. Realmente podríamos decir que estamos en Islandia o Escocia y no habría duda alguna. Esa noche dormirnos en un hotel más rural y como casi no estamos en temporada alta, tenemos el hotel para nosotros solos.

Otro día más que empezamos a las 8:30 puntuales. El día de hoy habrá algo de arena que con la lluvia seguro que estará bastante bien.  Si la lluvia no cesa, significa que nos encontramos bastante barro. ¡Los coches van llenos!  Las pistas de arena son largas, de tipo tobogán con subidas y bajadas lo que hace que todos nos emocionemos. Tenemos bastantes ganas de arena y aquí podemos correr algo más. Salimos de las pistas para llegar por carretera hasta Troia. Aquí tenemos preparada una sorpresa para nuestros clientes y es que no se pueden imaginar que en una ruta por Portugal vamos a tomar un ferry. Tienen la ilusión de unos niños.  Cuando llega el ferry, cargamos los coches. El trayecto hasta Setúbal dura 25min.  Justo el día anterior, cogimos algunos níscalos y los preparamos para comer. Isabel nos ha conseguido ajo y perejil así que están de lo más buenos. Antes de llegar al hotel hacemos una parada en el Castelo de Almourol, un castillo en un pequeño islote antigua fortaleza musulmana. Desde allí, dormimos en Fátima. Antes de cenar, hacemos una visita al Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, uno de los más importantes del mundo, visitado por más de 9 millones de peregrinos al año, y entre ellos, nosotros.

Nos ponemos en marcha algo más tarde ya que hay hoteles que tienen el horario de desayunar algo más justo debido a la poca ocupación que hay y a las medidas Covid.

 

 

Las pistas de hoy son de interior y están algo más cerradas de vegetación por el poco tránsito que han tenido este año. Vamos atravesando bosques de eucaliptus gigantes por pistas con barro, cuando de repente, nos encontramos con un charco de gran magnitud. No mentiremos y hay una alternativa justo para pasar por el lado izquierdo, pero eso no sería divertido. Pasamos nosotros primero y vemos que no es muy profundo, se pasa bien. Aprovechamos y hacemos un par de pasadas para poder hacer uno de esos videos que después queda tan bien en las redes sociales.  Una vez ya hemos remojado los bajos, continuamos nuestro camino. Las pistas están muy cerradas y hay un momento en que nos equivocamos al tomar un desvío. El camino erróneo no tiene salida así que tenemos que dar la vuelta. Tanto nosotros como el Land Rover estamos en un punto donde hay vegetación y podemos dar la vuelta sin más. La pista que hemos bajado, al subirla es más divertida ya que el terreno es arcilloso. Con las ruedas que llevamos, no notamos nada. La verdad es que nos sorprenden lo bien que van. A Ricardo le ha cogido el cambio de dirección justo a mitad de la pista y cuando intenta dar la vuelta le resulta imposible, es como una pista de patinaje. Así que nuevamente sacamos cabestrante.

Creemos que nunca le habíamos sacado tanto partido en una ruta. Y realmente es fantástico como funcionan estos cacharros.  Una vez estamos todos en la dirección correcta, rectificamos el punto en el que nos habíamos equivocado y seguimos nuestra ruta, después, eso si, de llenarnos de barro. Cambiamos el barro por arena y como sigue chispeando, está bastante dura. La pista sigue yendo entre eucaliptus y una vegetación de un metro de altura bastante densa. Nos encontramos que la pista toma una bajada poco clara y primero nos bajamos del coche para valorar la situación ya que es una bajada con pendiente y con inclinación lateral. Quizás con un clima más seco no nos lo miraríamos tanto, pero al llevar varios días lloviendo, el terreno está quebradizo. Una vez valorado el terreno vemos que la vegetación engaña bastante, es lo que decimos, hay un metro de helechos que hacen parecer algo que no es. Bajamos despacio, pero sin dificultad con la reductora puesta y así nos aseguramos que bajamos despacio sin pisar mucho el freno.

 

 

Los 2 que mejor bajan son los Toyota 180 con la electrónica otra vez de protagonista.  Llegamos a la hora de comer al famoso Pozo del Ingles, una olla con unas dunas que sólo coronan unos pocos.  Algunos, cuando lo ven en foto, creen que podrán subir, pero una vez allí se dan cuenta que es mucho mayor la dificultad. Hay una pista que se puede tomar por detrás y que permite llegar al Pozo del Inglés por la parte de arriba bajando estas pronunciadas montañas de arena. Nosotros bajamos por las laterales y dejamos la central para los más expertos. Bueno, ya pueden decir que han estado en el mítico arenal luso. Y entre pistas de arena nos vamos dirigiendo al hotel. Poco a poco van limpiando la zona, pero todavía queda mucho árbol quemado y las tormentas de los últimos días hacen que las pistas estén bastante sucias de ramas.

 

El hotel en el que estamos está en unos viñedos y eso hace que por la mañana haya una calma espléndida al levantarnos, junto con un ambiente un poco fantasmagórico por la niebla que hay. Hoy hace un sol espléndido. Lo que no hemos tenido estos días, lo tenemos hoy, justo en nuestra jornada de playa. Y por la misma playa empezamos. Cruzamos un pequeño pueblo costero en el que por las restricciones actuales no hay nadie ya que parece de segundas residencias y entramos otra vez hasta la playa y nos acercamos hasta la orilla. El mar está tranquilo y la estampa es nuevamente de foto. Hoy iremos bordeando la costa a pocos metros de la playa.  Sigue siendo la misma arena que estos días, pero hemos cambiado los eucaliptus por las olas de la playa. Esta arena es más quebradiza y es más fácil quedarse enganchado así que la tenemos que tener una velocidad constante.  Vamos siguiendo la pista y nos encontramos con un socavón.

Es una bajada pronunciada de un coche de largo aproximadamente con un cambio de sentido a la derecha. La maniobra es complicada. Una bajada y después una subida girando a derecha. Lo intentamos nosotros primero y nos quedamos en el intento. Necesitamos que Ricardo nos saque con el winch tirando hacia atrás. Eso hace que hagamos una de nuestras primeras paradas y comentar un poco la situación. Como hemos dicho la arena está bastante blanda y sólo salir nosotros, al tomar un giro a derecha por donde está supuestamente marcada la pista, se queda el Land Rover y nosotros detrás. No pasa nada. Volvemos a sacar el winch y a disfrutar. Nos cruzamos con un punto asfaltado y bajamos un momento a ver la playa andando. En esta zona de la costa, las playas son eternas, larguísimas y el Atlántico está muy calmado. Llegamos a la hora de comer a Aveiro. Debido al Covid, no podemos subir al faro, pero podemos para a tomar una buena francesinha. Quizás no es el lugar donde mejor hagan este plato que consiste en un sándwich de todo, con salsa y queso, pero ya es como una tradición de Aventurame. Nos apartamos de la playa para adentrarnos nuevamente en las pistas rodeados por eucaliptus mientras los níscalos nos siguen tentando.  Las pistas están formadas por grandes subidas y bajadas y, aunque no lo parezca, tienes que cogerlas con buen ritmo o no eres capaz de subirlas. En algún momento uno de los Toyota tiene algún problema, pero sin más repercusión, igual que el Land Rover que parece que tiene que hacer varios intentos.

 

Después nos comenta que el problema es un fallo eléctrico que le ha aparecido que hace que el coche no funcione como debería el control de tracción. Nos avisan que llevamos la rueda trasera izquierda muy baja y paramos para echarle un poco de aire. Notamos que el obús no acaba de ir fino, quizás porque le haya entrado algo de arena. El bosque que atravesamos es muy denso y si miras a un lado y a otro no se ve nada y parece que se haga de noche dentro. La pista se va complicando y no por la arena que tiene una conducción muy divertida si no por la cantidad de ramas que hay. Entre el temporal que ha tenido que pasar y la limpieza que están haciendo, vamos por encima de ramas rotas que fácilmente se nos pueden meter por algún lado o pinchar algún neumático así que decidimos abortar la etapa y llegar a Coimbra antes de que cierren las tiendas y poder comprar algún recuerdo. Coimbra es uno de los lugares más bonitos que hay en Portugal y en Navidad es especial. Coimbra tiene varios edificios históricos que son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y tiene esas sorpresas de ir paseando por su calle principal y encontrar algún edificio antiguo muy bien conservado, a parte de la universidad o el Monasterio de Santa Clara.

 

En Coimbra hay un lugar donde comprar los famosos Pasteles de Belén. ¡Deliciosos! Tomamos algo en el centro y ya nos dirigimos al hotel. Hoy es nuestra última cena y alargamos un poco la jornada tomando un café después de cenar, mientras Jordi nos explica sus aventuras con su Porche que nos hacen morirnos de envidia a todos.   Es un año marcado por la pandemia, donde es difícil planear un viaje así que damos las gracias a todos los que han confiado en nosotros y nos han permitido hacer este fantástico viaje.

Nos vemos en las pistas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.